Acerca del tiempo y la eternidad - Louis Lavalle



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Ahora nos es legitimo sacar conclusiones respecto a las relaciones de presente e instante entre sí y respecto al tiempo. Del presente podemos decir que contiene al tiempo, en vez de que el tiempo lo contenga a él. Éste último es una cierta relación entre las diferentes formas de la presencia. El instante es aquello en lo que el tiempo, es decir, las diversas formas de la presencia, no cesa de pasar. De esta manera, ni presente ni instante pertenecen al tiempo; el uno es, por así decirlo, el medio donde él se despliega, pero el otro es el acto que lo despliega. Parece que el presente nos sumerge en el ser y que el instante lo encierra en la operación que lo produce. El tiempo nos hace salir del instante, no cesa de nacer y de morir; los fenómenos aparecen y desaparecen en un presente evanescente, entre el presente de lo posible y el presente del recuerdo, el primero de los cuales es efecto de ese análisis del ser por el que el yo se constituye; el otro, el efecto del análisis del yo, una vez que éste se hubo constituido. La distinción del pasado respecto al porvenir mide ese intervalo necesario al yo para que pueda encarnar en el ser total un ser que es el suyo. En la eternidad no hay oposición alguna entre pasado y porvenir. Vivir significa superar esta oposición y convertir el porvenir en pasado, esto es, no como podría creerse, convertir lo que aún no es en lo que ya no es, ni una actividad viva en una representación inmóvil, sino [convertir] una potencia incierta e inacabada en una potencia que poseo y de la cual dispongo. Para ello se requiere la colaboración del dato por el que esta potencia se manifiesta y encuentra, frente a la eficacia que le es propia, un aporte que le viene de fuera y que la actualiza en el todo de lo real. El instante expresa admirablemente cómo el mundo no deja de pasar cuando el acto que lo hace ser —sin comprometerse él mismo en el tiempo— llama siempre al tiempo a nuevas existencias a crearse a sí mismas. El instante crea y aniquila incesantemente la existencia fenomenal. Y como es un punto de encuentro entre porvenir y pasado, cuya asociación es condición no sólo de toda existencia finita, sino de la misma acción que la produce, podemos decir que [el instante] nos permite penetrar en la misma eternidad del ser, que se halla más próxima a la instantaneidad que al devenir e incluso a la duración. El instante del hombre no es más que una sombra, pero que también es una participación del instante de Dios.

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